PINTURAS NEGRAS.

Técnica mixta: óleo sobre pared trasladado a lienzo.

En la última etapa de su vida, Goya se quedó sin amigos, su sordera fue en aumento, tuvo problemas con la inquisición y se volvió solitario y huraño. Es en esta etapa cuando realiza las llamadas pinturas negras, pintadas con colores oscuros y sombríos sobre las paredes de su casa madrileña, la popularmente conocida como “quinta del sordo”.

Los temas son siniestros, fantasmagóricos y sórdidos: brujería, aquelarres, violencia, personajes siniestros, etc. La España de su época (principios del siglo XIX) queda retratada en su vertiente más horrible.

Antes de que la quinta del sordo fuese demolida, las pinturas fueron arrancadas de la pared y trasladadas a lienzos, pero la técnica en aquellas épocas no era muy avanzada y el responsable del trabajo destruyó partes, añadió otras y no fue realmente muy respetuoso con el original de Goya. Los cuadros son de lo más expresivo que podemos encontrar, los temas muy originales, y la visión de todo ello, completamente pesimista.


EL AUTOR:

Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos (Zaragoza ) en 1746 y murió en Burdeos (Francia) en 1828. Es uno de los mayores genios de la pintura universal y precursor de muchas tendencias pictóricas posteriores. Pasó por tres etapas:


El ESTILO:

Goya fue evolucionando visiblemente en su técnica pictórica a lo largo de los años. En estas pinturas negras puedes observar una pincelada suelta y deshilachada, llena de fuerza expresiva, colores pardos, ocres y negruzcos y, a veces, contrastes de luces-sombras muy acusados. No le importa el realismo sino el reflejo de lo horrendo mediante formas desencajadas, alteradas, expresiones terribles y gestos esperpénticos.

En realidad lo importante para él no es reflejar fielmente los cuerpos sino las expresiones que estos trasmiten, de este modo no vemos formas perfectamente definidas, contornos claros, musculaturas, etc. Y sí vemos desesperación, salvajismo, tristeza y sordidez.


SATURNO DEVORANDO A SU HIJO.

SATURNO DEVORANDO A SU HIJO

Terrorífica escena mitológica que recrea la leyenda de Saturno, dios del tiempo y de la muerte quien, amenazado por el oráculo sobre que un hijo suyo lo destronaría, decidió comérselos a todos. Aquí le vemos desesperado, nervioso y crispado devorando un frágil cuerpecito al que ya le ha arrancado la cabeza y los brazos. La visión del dios como un viejo frenético cuya boca es una fauce negra, cuyo pelo se agita hacia un lado mostrándonos las dentelladas convulsas como si fuera un depredador y las manos apretando horriblemente el cuerpo de un hijo, nos conforman un cuadro sobrecogedor que estremece por su crueldad y violencia desatada.

Sabemos que, en el colmo de lo horrendo, Goya le pintó el pene erecto, simbolizando el placer sexual del viejo mientras practica el canibalismo. Posteriormente, los censores de la época borraron ese pene, escandaloso para aquellos tiempos. Algunos críticos creen que el cuerpo devorado es femenino por las nalgas anchas y no sería de niña sino de joven, lo que añadiría morbo sexual a una escena ya de por sí fuertecita.

Goya retrata el cuerpo de Saturno, dios de lo seco y caduco, como un conjunto de pinceladas sueltas, manchas de color que marcan miembros apenas insinuados como sus piernas (parecen muñones), brazos y tronco.

Tiene los ojos fuera de sus órbitas y la sangre mancha sus manos, su hijo ya está sin cabeza pero él sigue el festín con un frenesí de violencia difícilmente superable. El fondo negro consigue dos cosas: no nos distrae del tema representado y acentúa la sensación de horror con la oscuridad. Seguramente no encontrarás un cuadro más expresivo que éste.


DOS VIEJOS COMIENDO.

DOS VIEJOS COMIENDO

La escena parece sacada de una película de terror. Los dos personajes son diferentes: el de la izquierda parece una vieja desdentada y fea, cubierta con un velo y con expresión resabiada y cruel que se dispone a tomar sopa con una cuchara. El de la derecha es prácticamente cadavérico y la cara semeja una calavera, con las cuencas oculares vacías y la boca como una oquedad. Lo que tiene delante podían ser papeles, tal vez una lista que está señalando, puesto que puede ser la propia muerte, marcando a los próximos en morir. Las pinceladas son manchas de color, pinceladas aplicadas como brochazos. El fondo es negro, lo que resalta las expresiones de estos dos no muy agraciados sujetos.


EL AQUELARRE.

EL AQUELARRE

A pesar de lo alargado del formato, le faltaría un trozo, (paisaje de más de un metro de largo en el original), cortado en su traslado a lienzo. Un aquelarre era un reunión de brujas que invocaban al diablo según la inquisición de la época. Incluso las acusaban de tener relaciones sexuales con él y de“ chuparle sus partes pudendas”.

Goya nos muestra un aquelarre en torno al demonio, representado aquí como silueta en sombra de un macho cabrío rodeado por las brujas de expresiones alucinadas. Pero no sólo hay brujas, también hay frailes y campesinos. Mientras lucifer está pronunciando su discurso, la muchedumbre de rostros animalescos y gran fealdad sigue atenta su alocución; son una masa compacta de aspecto grotesco. A la derecha del todo una joven está sentada en una silla, es la que va a ser iniciada en los ritos satánicos para convertirse en bruja.

A la derecha del diablo está su ayudante, una bruja de facciones bestiales y manto blanco (en contraste con el negro de Satán), que está junto a frascos, botellas, una cesta y una caja; todos ellos instrumentos para la ceremonia satánica que se va a desarrollar a continuación.. Todos los rostros muestran sorpresa, miedo y expectación.


EL PERRO.

EL PERRO

Original y curioso cuadro que se encontraba en la quinta del sordo junto con las demás pinturas negras. En este caso la escena no es tenebrosa o sórdida, no hay aquelarres o brujas o monstruos sólo hay un perro, pero resulta sumamente inquietante. Vamos a ver, ¿qué hace el perro? ¿nada contra corriente? ¿pasa una duna de arena? ¿asoma tras una loma? ¿ se está ahogando o hundiendo en arenas movedizas?.

También nos preguntamos ¿dónde está? ¿es un arenal o una corriente o una montaña?. Aún queda otra pregunta ¿dónde mira el perro? Aparentemente no hay nada en su campo visual pero el cuadro tiene una mancha. A pesar de todos lo análisis no sabemos si había algo o alguien pintado y Goya decidió borrarlo, dejando únicamente al animal fuera de todo contexto o escenario identificable.

Contempla el cuadro con calma y empápate de su misterio, puede que te sugiera otras cosas no vistas antes, por ejemplo esa tierna mirada del can que no sabemos si es de ternura o de miedo ante su posible cercana muerte. Observa que más de las dos terceras partes del cuadro están vacías, el horizonte es una línea diagonal, algo insólito, y la separación cielo-tierra resulta muy confusa. Como ves, el cuadro no es nada convencional.

La obra es el paradigma de lo desconocido, la duda de nuestra propia existencia y su inseguridad.