A través de una complicada y muy ingeniosa combinación de espejos, el espectador, observando por una abertura situada sobre la cobertera abierta del "pequeño teatro", podían ver en miniatura un escenario sobre el cual se movían evanescentes figuras luminosas. Pero no finalizan aquí las aportaciones de Reynaud. Empeñado a cualquier precio en llegar simultáneamente a múltiples espectadores, el inventor francés abandonó la idea de su pequeño teatro y combinó su praxinoscopio con una "linterna mágica" provista de dos lentes separadas para la proyección: a través de la primera fijaba sobre una pantalla la escenografía dibujada; mediante la segunda lente proyectaba el movimiento de las figuras mientras hacía girar el ingenio. Se estaba ya en la antesala de lo que habría de denominarse teatro óptico. Para alcanzar esa meta, se preocupó de dibujar sus figuras sobre cintas de celuloide trasparentes, en las que había practicado unas perforaciones laterales, y luego las proyectaba junto con la escenografía (Esta última mediante una "Linterna mágica") desde la parte opuesta de la pantalla trasparente, es decir, ocultando la presencia del ingenio a los ojos de los espectadores, que se contaron por centenares de miles. Reynuad fue el primero en conseguir abandonar la vía del puro "movimiento" de las figuras dibujadas y en insertarlas en un discurso visual, de breve argumento. Las proyecciones de su teatro óptico iban además acompañadas, sincrónicamente, es decir, en perfecta unión, de músicas que él mismo componía, así como de los oportunos efectos sonoros. Se han conservado fragmentos de esas "bancas fílmicas", las más célebres de las cuales son las tituladas Slown et ses chiens (1892) y Autour d´unecabine (1895). Se trataba de pequeñas escenas deliciosamente humorísticas, que anticipaban, con la típica sensibilidad propia de finales del pasado siglo, las fantasías de los posteriores films de dibujos animados, aunque siempre confinadas en los estrechos límites de la "pantomima luminosa"- nombre con el cual también se conocían aquellas primeras proyecciones -. En su fase que podríamos llamar embrionaria, es decir, en su estado inicial, el dibujo animado debió partir igualmente de esas creaciones de Émile Reynuad las cuales expresaban con elegancia las preferencias por lo risueño, puras diversiones de aquel "inventor" prisionero de convicciones que más tarde serán responsables de su salida de aquel mundo de pioneros del que fue durante un buen período uno de sus mayores protagonistas. Reynuad ama sus figurillas, escribió Walter Alberti. En la actualidad se ha aprendido el lenguaje, se interpretan los deseos, los sueños y las muecas que antes el clown ejecutaba en presencia del público, se traduce con libre fantasía las danzas y las piruetas, se crea a su alrededor un mundo de ensueño, en donde el horizonte es una línea y no un panorama confuso. Pero, ante el cine que entretanto era dado a conocer gracias a las proyecciones de los hermanos Lumière, se habría ruborizado: ni siquiera se imagino que ese nuevo prodigioso juego óptico habría podido servir para perfeccionar su mundo dibujado. Permaneció confuso y a la vez admirado al encontrarse frente a las tomas extraídas de la realidad, porque también él estaba entre los primeros espectadores que en la noche del 28 de diciembre de 1895 abarrotaban el Salón Indien (modesta sala tapizada con paramentos falsamente orientales) situado en los sótanos del Grand Café de París, en una esquina del Boulevard deL Capucines. Pudo ver bailotear, sobre el lienzo blanco que hacia las veces de pantalla, la primera "fotografía móvil ", y se vio sorprendido por el realismo de la llegada de un tren a la estación de La Ciotar visto frontalmente (proyectada en la segunda sesión del programa). Consecuentemente, trató de imitar a los nuevos competidores, utilizando en sus aparatos fotografías en lugar de dibujos. Sin embargo, esa tabla de salvación no favoreció demasiado la fantasía del autor - inventor, quien vio disminuir rápidamente su público y pronto tuvo que cerrar su empresa, el famoso Teatro óptico.
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