obrero
en el siglo XIX.
El
asociacionismo obrero es un fenómeno de escasa importancia en la experiencia
de los movimientos sociales del siglo XIX. El número de obreros vinculados a
cualquier asociación fue escaso aunque aumentó conforme avanzaba el siglo
XIX. Desde dichas asociaciones se realizó una amplia labor formativa en el
desarrollo de la conciencia obrera.
Las asociaciones obreras han
evolucionado al compás del desarrollo industrial y de las leyes represoras de
los gobiernos liberales. Su mayor desarrollo se presenta en los países más
industrializados y con unas leyes más liberalizadoras en la regulación del
mundo laboral como Gran bretaña y Francia. Estas asociaciones de obreros
pueden ser de varios tipos: sociedades de socorro mutuo, cooperativas de
obreros, sociedades de educación obrera y tiempo libre... y por último
sociedades de resistencia o sindicatos. A menudo una asociación realiza
varias funciones, algunos sindicatos fueron a la vez sociedades
de resistencia y de socorro
mutuo.
I.
El freno al asociacionismo desde la política liberal.
Las primeras leyes laborales que se redacten se basarán en los
principios del liberalismo económico, doctrina económica burguesa, los teóricos
del liberalismo económico no eran partidarios de la intervención del Estado en
la economía ni de las asociaciones obreras porque perjudicaban el libre
discurrir de la economía y la paz social. Así se formularon leyes que impedían
esas asociaciones, la más famosa fue la ley
le Chapelier aprobada en Francia en 1791, a principios de la Revolución
Francesa, y con el objetivo de frenar la inestabilidad social y las protestas de
obreros y empresarios ante la Asamblea Constituyente; le seguirían otras como
las Combination Laws de 1799 en
Gran Bretaña, y otras de signo parecido en otros países. En líneas generales
este tipo de leyes se mantuvieron, según los países, hasta la segunda mitad
del siglo XIX.
El objetivo de estas leyes era prohibir todas las coaliciones patronales y obreras y cualquier medio de presión que impidiera el libre juego económico y ocasionara mayor inestabilidad y desacuerdo. Se pretendía que el salario y las condiciones de trabajo fuesen determinadas entre individuos (patrón y obrero) y no entre grupos. Con estas leyes se impedía la continuidad de los gremios (todavía pervivían en algunos lugares de Europa estas asociaciones de profesionales de origen medieval) y se dificultaba el surgimiento de nuevas agrupaciones laborales obreras y patronales.
Sobre estas leyes
prohibicionistas se fueron introduciendo modificaciones que abrían la
posibilidad de la legalización de las asociaciones laborales no
reivindicativas. Inglaterra fue el
primer país donde se produjo la abolición de ese tipo de leyes
prohibicionistas, las Combination Laws
fueron abolidas en 1824, acto seguido se legalizó el sindicato de las Trade
Unions por su carácter profesional y no reivindicativo. Años después se
empezaron a tolerar en otros países algunas asociaciones de ayuda, pero se seguían
prohibiendo las sociedades de resistencia o sindicatos. Así sucedió en España
en 1839 con las sociedades de ayuda mutua y las cooperativas. Sin embargo, habrá
que esperar hasta el último cuarto de siglo para la legalización de cualquier
tipo de sociedades de resistencia: 1871 en Inglaterra, 1884 en Francia, 1887 en
España. Es a partir de esta época cuando el sindicalismo tuvo un crecimiento
espectacular.
II.
Las sociedades obreras.
La aparición y crecimiento de las sociedades obreras dependen en gran
medida del proceso de desarrollo de la economía capitalista y de su ritmo
industrializador, y de las medidas represoras de los gobiernos liberales de cada
país. Todo ello ha generado que surjan y se desarrollen en primer lugar las
sociedades de ayuda mutua y las cooperativas y posteriormente los sindicatos.
Analicemos los tipos de sociedades obreras más importantes.
1.
Sociedades de Socorro Mutuo.
Ante la desprotección y miseria de los trabajadores, el Estado legisló
para que se pudiesen crear sociedades con fines protectores, mientras reprimía
y prohibía las sociedades de resistencia. El mutualismo suponía la continuidad
de las tradiciones gremiales o religiosas de los artesanos del Antiguo Régimen
y respondía a la preocupación de los trabajadores por la protección ante la
enfermedad y ante los avatares del destino. El legalizar este tipo de
asociaciones servía para incrementar la responsabilidad de los trabajadores y
aliviar su desgracia, lo que permitía evitar posibles revueltas ante la miseria
y la desgracia. Bien es verdad que en algunas ocasiones dichas sociedades mutuas
sirvieron para camuflar las de resistencia, al disponer de un fondo económico
que les permitía ir a la huelga.
a)
Su composición social.
Las mutualidades eran interclasistas. Agrupaban a trabajadores y a miembros de otras clases sociales, incluyendo a dueños de pequeñas empresas y artesanos, quedando marginados los obreros con bajos salarios o con empleo poco estable, ya que no podían pagar regularmente las cuotas establecidas. Este tipo de sociedades favorecían el orgullo de la pertenencia a un mismo oficio y favorecían las relaciones paternalistas en el ámbito laboral.
b) Su finalidad.
Los
que pertenecían a ellas podían disfrutar de seguro en caso de enfermedad,
invalidez, indemnizaciones para los funerales y, a veces, pensiones a viudas y
huérfanos. Estaban obligados mensualmente a la aportación de un dinero con el
cual cubrían los gastos sociales de los asociados. Las enfermedades venéreas o
heridas producidas en riñas no estaban cubiertas por los socorros.
Algunas llegaron a ser poderosas
y dispusieron de recursos que les permitían aguantar algunas huelgas. A veces
bajo estas organizaciones benéficas se ocultaban asociaciones reivindicativas
ya que muchos de sus miembros participaban en acciones de protesta o en
peticiones al gobierno. Conforme se incrementó la mediación del Estado en las
cuestiones sociales y se crearon sociedades privadas de seguros, fue
disminuyendo el peso del mutualismo en los inicios del siglo XX.
Existen infinidad de sociedades
de ayuda mutua, de las que citaremos algunos ejemplos por figurar entre las
pioneras, como los carpinteros de Preston (1807), los toneleros de Londres
(1813), la Sociedad de Unión Fraternal y Filantrópica de París (1832), la
Asociación Mutua de Tejedores y la Asociación Mutua de la Industria Algodonera
de Barcelona.
2.
Las cooperativas.
Es una respuesta de la clase trabajadora ante la revolución industrial
y el sistema capitalista, reclamando la cooperación para contrarrestar el
impacto del capitalismo competitivo. Tienen un carácter defensivo cuya
finalidad era ayudar a sobrevivir a sus socios. Tratan de lograr un sistema
autogestionado por los obreros y artesanos sin la presencia de los capitalistas.
No tenían ningún espíritu de conquista, ni afán de transformar la economía.
La función de las cooperativas se reduce a intentar evitar que los obreros se
vean perjudicados por la especulación de la economía capitalista. Tienen una
clara influencia del pensamiento de los socialistas utópicos que presentan al
cooperativismo como un sistema alternativo al capitalismo y creado por los
sindicatos.
a) Composición social.
Estaban formadas por obreros cualificados y artesanos que se asocian para escapar de la explotación capitalista. Los obreros que carecen de ingresos difícilmente podían participar.
b) Tipos de
cooperativas.
1. De
producción. Los obreros
reúnen su trabajo y su capital para producir y controlar los beneficios de su
trabajo, al margen de los empresarios. Su número fue reducido y la mayoría
fracasaron. Uno de los precursores fue Jean Philippe Buchez que creó la primera
cooperativa de trabajo: L´Asociation Chrétienne
des Bijoutiers en Doré (1834), cuyo funcionamiento sirvió de posterior
modelo. En España destaca la empresa Alfa de Eibar.
2. De
consumo. La función era comprar productos, alimentos y vestidos a
precios más baratos para ser vendidos entre los socios. De esta forma pueden
mejorar algo su nivel de vida. La experiencia de Rochdale (1844) se extendió
por toda Inglaterra y en 1850 existían 44 cooperativas.
3.
De viviendas. Vinculada al sector obrero y las capas medias. Es
una respuesta ante la especulación y encarecimiento de la vivienda. Tuvieron
escaso éxito por la dificultad de disponer de elevados capitales para la
financiación. Se dieron casos en Francia y Alemania.
4. Agrícolas.
Disponían de créditos, comercializaban sus propios productos agrarios y
conseguían simientes y abonos a precios más bajos.
3.
Los sindicatos obreros.
Un sindicato es una asociación de trabajadores que pretende mejorar la situación laboral de los obreros. En dicho fenómeno asociativo quedó marginada la mujer ya que no fue aceptada, negándose en la práctica la igualdad de derechos entre trabajadores y trabajadoras. Las primeras organizaciones sindicales tuvieron que vivir en la clandestinidad ante la prohibición de las asociaciones obreras y las persecuciones sufridas. Sin embargo, realizaron acciones de protesta, enviaron peticiones políticas y sociales a los gobiernos y recurrieron a la huelga en algunas ocasiones.
La
aplicación de las leyes que prohibían las asociaciones laborales fue muy
rigurosa contra aquellas organizaciones que pretendían mejoras laborales y de
aquí las dificultades para su aparición. En las dos primeras décadas del
siglo XIX fueron perseguidos al considerarlos revolucionarios y se les castigaba
a varios años de cárcel. A pesar de eso, aparecieron de forma clandestina en
Inglaterra (carpinteros en Preston en 1807; toneleros en 1823... frecuentemente
bajo el disfraz de cooperativas o sociedades obreras. En 1824, por la derogación
de las Combinatiom Laws, se establecía la libertad de asociación en
Inglaterra, cuatro años después se creaba el primer sindicato entre los
hilanderos del algodón. Su finalidad fue la defensa de los intereses laborales,
pero sus movilizaciones llevaron a los patronos y al Gobierno a despedir a los
obreros que no firmasen un documento donde rechazaban ser miembros de un
sindicato. En los demás países la aparición de sindicatos se retrasó
en más de dos décadas, la causa era el menor grado de industrialización.
En
el estudio de los sindicatos en Europa vamos a destacar dos etapas, la primera
son los sindicatos ingleses que aparecen antes de 1848, y la segunda los
sindicatos de corte marxista o anarquista y los sindicatos católicos que surgen
en el Continente, sobre todo en el último tercio del siglo.
1. Los
primeros sindicatos ingleses: las Trade Unions y el cartismo.
a) Los primeros sindicatos: las Trade Unions (1824-1835).
Eran
sindicatos de oficios que se caracterizaban por su moderación y la defensa de
la profesión y los intereses laborales. Los antecedentes se remiten a dos
organización efímeras: la Asociación
Nacional para la Protección del Trabajo (1830-1832) y el ensayo de grandes
sindicatos nacionales unidos, ideado por Owen (1834-1835). A partir de la mitad
de siglo se consolida su fuerza y adquiere un carácter moderado y negociador.
Estaba formado por obreros cualificados y bien retribuidos. Pero a partir de
1890 ingresan nuevos sindicatos en las Trade Unions que agrupan a obreros no
cualificados con lo que se fortalece su acción y se radicaliza.
b) El cartismo.
Sus
teóricos se vieron influidos por el escaso éxito logrado por el inicial
movimiento trade-unionista y la experiencia de la Revolución Francesa.
Desarrolló una intensa actividad entre 1837 y 1848, a partir de dicha fecha es
disuelto y las Trade Unions quedan como sindicato único. El cartismo pretendía
conseguir mejoras económicas y sociales para los trabajadores mediante la
actuación política, este hecho marca una diferencia importante con las Trade
Unions, y es también la causa de que fuera perseguido. En 1837 dio a conocer la
Carta del Pueblo (de ahí su nombre)
en esta se pedía: derecho de los no propietarios a ser elegidos diputados,
retribución para éstos, sufragio universal masculino, voto secreto, distritos
electorales iguales y reunión anual del Parlamento. Estas peticiones fueron
presentadas a la Cámara de los Comunes avalada por un millón de firmas (1839)
pero fue rechazada y volvió a presentarse dos años después, a pesar de ir
acompañada por más de tres millones de firmas volvió a ser rechazada. Llegó
a tener este sindicato 40.000 afiliados en 1841. Su mérito fue conseguir la
jornada de 10 horas y reclamar, por primera vez, medidas políticas.
2. El sindicalismo revolucionario: los sindicatos marxistas y anarquistas.
El gran auge del sindicalismo se registra en el último tercio del siglo XIX surgiendo tres grandes líneas: sindicalismo profesional como las Trade Unions que ya estaban en la etapa anterior; sindicalismo radical o revolucionario de corte marxista o anarcosindicalista; y los sindicatos católicos que no van a tener tanta importancia.
a) Los sindicatos marxistas.
Aparecieron en Alemania en 1868 y se adhirieron a la I Internacional, en 1877 tenían 50.000 afiliados, y a finales de siglo medio millón. Surgieron varias organizaciones de ideología socialista en cada país, y al fusionarse a nivel nacional surgieron sindicatos fuertes como la Confédération Génerale du Travail (C.G.T.) en 1895 en Francia, la Unión General de Trabajadores (U.G.T.) en 1888 en España o la Confederazione Nazionale del Lavoro (C.N.L.) en Italia ya en 1906. Todas estas organizaciones tendrían un gran peso en los últimos años del siglo XIX pero, sobre todo, en el primer tercio del siglo XX.
b)
El anarcosindicalismo.
El sindicalismo anarquista se desarrolló preferentemente en países agrarios como Rusia, Italia y España. En esta última, la Federación Regional Española, creada en 1869 por Fanelli, un discípulo de Bakunin, agrupaba a la mayoría de los trabajadores asociados y contaba cuatro años después con 40.000 afiliados. A pesar de la persecución se mantuvo en la clandestinidad con menor fuerza hasta finales de siglo. En el primer tercio del siglo XX adquirirían un peso muy importante y el número de afiliados creció de manera espectacular, y también la lucha revolucionaria.
3.
Los sindicatos católicos.
La doctrina social de la Iglesia, sobre todo la encíclica de León XIII Rerum novarum favorece, entre otras cosas, la aparición de sindicatos de obreros católicos. Los primeros aparecieron en Francia en 1892, Italia y Alemania. En este último país experimentaron un crecimiento más rápido, a finales del siglo contaban con 150.000 afiliados. De todas formas la afiliación no fue nunca masiva ya que los obreros preferían afiliarse a sindicatos más combativos e identificaban a la Iglesia con el capital.