miércoles, 3 de noviembre de 2010

Recuerdos poco agradables.

Tuve recientemente otro encuentro con mi amigo el león. Siempre le estoy agradecido que me permita ser vocero de sus sentimientos, emociones y experiencias. Fue en esta oportunidad que el león me confesó algo que acababa de recordar, que sorprendentemente le aclaró muchos de sus panoramas más actuales y así también dolorosos.
Cuando llegué a su guarida en la sabana, me comentó de su tristeza más profunda. me contó de sus confusiones, sus incapacidades, sus ilusiones rotas. Más que nada, me comentó de sus más profundos miedos. Ellos serán parte de otro relato que les traeré alguna otra noche de café y cigarrillo, solitario en mi casa, cuando el león me diga que está listo para confesarlos.
Este recuerdo en particular venía rondando la mente del león como un fantasma de su pasado, pero no dejaba de ser sólamente un recuerdo doloroso, uno más de tantos que lo acechan, como a cuaqluiera de nosotros podría sucederle. Este recuerdo tiene lugar en los tiempos que el león si siquiera melena tenía, cuando sólamente era un cachorro viviendo con su manada.
Él se crió con un grupo de animales diversos, en el que había únicamente dos leones. La manada estaba dirigida por dos animales que compartían el poder y lo ejercían como podían. En mi humilde opinión, nunca fue la mejor forma. Estos animales solían ser despóticos, autoritarios, por momentos agresivos. Nuestro amigo el león sufrió mucho esos abusos de poder, mucho en verdad. Es el día de hoy que muchos de esos recuerdos aún lo atormentan y afectan su vida de relación en la selva que habita.
Pero yendo al grano, el león me comentó casi de forma precipitada, tal y como le vino el recuerdo y con él el entendimiento, que en una oportunidad estaba enfermo. "Sí, los animales también enfermamos", rió. Es costumbre en una manda que los jefes cuiden de los más pequeños cuando no están bien de salud. El león necesitaba mucho de esos cuidados, mas no los recibió.
Es aquí donde comienza unos de los recuerdos más dolorosos que tiene. La hembra jefa de la manada prefirió estar entreteniéndose con duelos entre otros animales (al parecer, forma de deporte y diversión en la sabana). El león la llamaba insistentemente, pero la hembra no venía. Y si venía se iba enseguida. El león la necesitó mucho en ese momento en el que se sintió mal, y sin embargo esa figura que debería haberse hecho cargo del el no apareció. En ese momento, le pareció más importante su forma de entretenimiento mundana y banal más que uno de sus cachorros.
Este es el punto de inflexión para el león. Es aquí donde comprende una de sus actitudes que menos comprende. Él suele ver en muchos otros animales a aquellas figuras que fueran los jefes de su manada cuando pequeño. Para con ellos suele tener obligaciones, ya que en la sabana todos los animales dependen entre sí. Sin embargo, la enfermedad aparece cada tanto en forma de excusa para no cumplir con estas obligaciones. En este punto el león se dio cuenta que sólo está llamando por la hembra que debía haber estado cuidándolo. Cada vez que la enfermedad aparece como excusa para no poder hacerse cargo de sus cosas, el clama por aquella hembra a quien tanto quería y cuya compañía necesitaba para aliviar su pesar.
El león ahora no sabe bien qué hacer con esta información. Es mucha para él, y no sabe cómo actuar en consecuencia. Y si bien hace tiempo que no convive con su manada, sino que ha partido en búsqueda de la suya propia, le cuesta aún separarse de ella. Él supone que la extraña. Él supone muchas cosas, mas no sabe cuál será cierta y cuál no.
Nuestro amigo el león ahora me pregunta cómo hace para dejar esos recuerdos atrás para poder hacer su propia vida. Yo le comento que es complicado de hacer, pero que se puede. Todo a su tiempo.

"No tengo espacio mental"


Fue hace un tiempo ya que el león escuchó estas palabras, y no menos que del animal sobre el que relaté hace poco tiempo. "No tengo espacio mental para estar con nadie". Esas palabras resultan ser el comienzo del fin, en ese entonces, para nuestro amigo el león, de aquello con lo que se había ilusionado.
No deja de ser frustrante el poner expectativas en otro animal para él y de repente encontrarse con que no será posible llegar a concretar un proyecto de manada juntos. Al león no le agradó el prospecto. Sin embargo, se dio cuenta rápidamente que se podía seguir adelante, que no era imposible. Realmente, no lo es.
Hace poquito tiempo tuve la oportunidad de encontrarme con el león y compartir una presa que él había cazado para nuestro encuentro, siempre sincero y revelador, en el que nos contamos y confesamos muchas de las cuestiones de nuestras vidas que nos hacen experimentar varios sentimientos y emociones. "Es raro que los otros animales se sientan de esta forma", admite. "Siempre pensé que era yo solo que podía sentirme así. Me sorprendió muchísimo que me digan algo semejante. Y fue realmente una pena, porque en este animal estaba interesado. Pensé que podíamos hacer algo lindo juntos".
Esta reunión me dejó un poco perplejo ante la ingenuidad del león. Todos en algún momento sentimos que no podemos estar con otro ser, humano o animal. El león, enceguecido por su ilusión, no se dio cuenta que esos encuentros tenían fin, ya desde el comienzo.
"No tengo espacio mental para estar con nadie", fueron las palabras del otro animal mientras caminaban en medio de la selva. El león no se da cuenta, simplemente, no se da cuenta. Me merece todo mi aprecio y respeto. Pero no se da cuenta en numerosas oportunidades que las cosas no siempre pueden salir como él las desee, por ferviente que su deseo sea. Supongo que ya aprenderá.

viernes, 13 de agosto de 2010

Un león timidón


En alguna oportunidad comenté el gran enigma que es para nuestro león el tema amoroso. Él se ha enfrentado a estos asuntos numerosas veces. En varias oportunidades, el éxito fue avasallante. En algunas otras, no obstante, le ganó su propia timidez, lo que hizo al cortejo por su parte no tan exitoso como él lo hubiera esperado. Esto es algo que no le sucede con todos los animales, y no toma estas situaciones como signos negativos, al contrario.

Es así que en una oportunidad reciente nuestro león se vio cohibido por su timidez ante otro animal, que llegó a cruzarse en si camino. Este animal poseía una personalidad que nuestro león no esperaba encontrar. Este animal, cuya especie desconozco, empleó técnicas de conquista y cortejo, que aunque ya conocidas por el león, adquirieron un color especial producto de las cualidades tan atractivas de este nuevo animal. El león se sintió completamente hipnotizado por su nuevo compañero.

Pasaron la noche charlando y comiendo algo que cazaron por ahí. La noche invernal de la sabana no ayudaba demasiado, pero el calor de su nueva unión hizo al león olvidar al frío y al viento, como meras circunstancias sin interés para él. El suelo gélido entumecía sus patas, pero era otro hecho meramente anecdótico para el león.

Muchísimo fue el tiempo que compartieron en la cueva del otro animal. Sus hocicos se acercaron y sus bigotes se rozaron. Sus patas se juntaron, y juntos dieron lugar un sueño apacible, uno junto al otro. Durante esta noche el león vivenció una y mil sensaciones, que fueron desde las más humanas hasta las más instintivas. Digo bien, humanas. Nuestro león, por más animal que sea, se nos asemeja a nosotros los humanos más de lo que creen. Durante esa noche, ese encontronazo de emociones impidió el sueño del león.

El león pudo dormir por fin. Esto fue llegando el amanecer. Fueron pocos los momentos en que concilió el sueño, pero disfrutó mucho de su cuerpo junto al del otro animal. Por algunos instantes, el león sintió que ambos animales eran uno.

Luego del despliegue tan creativo del cortejo de nuestro otro animal, fue imposible para el león no dejar volar su imaginación, y, sobre todo, su ilusión. Luego que amaneciera, el león fue feliz de haber compartido tales momentos con el otro animal, por más que sus instintos no hayan jugado un rol principal en esta historia, la que el león espera que recién esté comenzando.

Hoy nuestro león no ve la hora de poder pasar más tiempo con el otro animal, cuya especie, les recuerdo, aún nos es desconocida. Yo, en lo personal, espero que el tiempo les depare a ambos buenos momentos y muy prolongados. Nuestro león se lo merece.

Un león optimista


Como en toda la selva, los animales que en ésta conviven tienen más o menos años habitándola, y son siempre las más sabios los que más tiempo han caminado las tierras de la sabana. Estos animales poseen las respuestas a todas las inquietudes de los animales más jóvenes.

El león que nos convoca hace ya unos cuanto días tiene su propio consejero personal, que lo ayuda a reflexionar sobre su día a día, su aquí y ahora. Nuestro león encuentra esta práctica más que aliviadora, ya que a pesar con muchas otra especies que le prestan sus oídos y le ponen una pata en el lomo en forma de consuelo, para él no hay como su consejero para hablar libremente y recibir el consejo adecuado.

Sin embargo, el león acudió a otro tipo de consejero una vez. Fue a consultar con la pitonisa de la sabana a buscar respuestas que ningún otro consejero podría responder. Dotada de una sabiduría digna de los de su clase, este animal apenas entrado en años desplegó su arte para nuestro león, y sus palabras y respuestas hicieron que al león hasta la melena le brillara de alegría. Era inesperado para él recibir palabras que elogiaran su ser, su presente, su futuro. Más aún, cuando nuestro león ve todo oscuro producto de su creciente desánimo.

Ahora el león sabe que la primavera se acerca, y con ella los frutos de un tiempo oscuro tanto en su interior como en su exterior. El invierno se va, y deja atrás todo lo malo. Le llega la primavera a nuestro león, por fin…

jueves, 29 de julio de 2010

Un león que no caza.

Tuve la oportunidad reciente de charlar un rato a calzón quitado con el león, nuestro león. Sí, ese mismo león del que hablaba días atrás. Este león, como todos los demás animales, debe sobrevivir en su sabana, que ya había dejado en claro que él no estaba muy conforme con ella.

Recientemente, nuestro león encuentra que le es muy difícil salir a cazar. Esta problemática trae aparejada un simple hecho: no se caza, no se come, no se sobrevive. El motivo es muy simple, depresión. No sabe bien por qué, pero el león se encuentra deprimido, por más que durante la mayoría del día quiera aparentar algo más, generalmente, cuando está con otros animales. Esto para él es muy frustrante. El león necesita algo que lo empuje, que lo anime.

Sabe perfectamente que este motor que necesita está en sí mismo. Por eso mismo, sabe que, como les conté en algún otro momento, está en apuros. El león hace lo que puede, pero no lo puede todo. Ya no. Es esta depresión la que hace que el león, león, él, ya no pueda cazar, ni tomar la cacería con el compromiso que debe. Nuestro león no se quiere demasiado a sí mismo. Entonces, para qué cazar? Para qué mezclarse con el resto de la sabana?

Esto se pregunta el león todos los días: ¿Para qué?

martes, 27 de julio de 2010

Un león en apuros.


Erase una vez un león, un león que existía, un león que vivía. Este león, cuya identidad no viene al caso, era uno activo, fuerte, osado, que no paraba nunca de hacer cosas. Hoy, sin embargo, este león se encuentra en un estado diferente al que solía estar. Digo bien, solía. Este león ya no es, ya no existe, ya no vive.

Nuestro león, que hoy nos trae a este relato, era un león con ganas. Siempre tenía ganas de más y más. Hoy ya no es así. Este león, que vive hoy otra vida, está sumido en la introversión ulterior, el último paso al cese de la vida.

Muchos dirán, "Pobre león...",pero no sirve de mucho. Nuestro león vivía, cuando vivía, en el medio de su sabana en la que encontraba más animales, de su misma especie u otras, con los que decía convivir en plena paz y armonía. Los otros animales respetaban al león, su rey de la selva, su compañero, y quizás no tanto protector, pero sí compañero.

Hoy nuestro león está en graves apuros. Nuestro león ya no ve a su sabana de forma tan familiar ni acogedora. Este lugar se volvió hostil, severo, desagradable. La sabana. ¿Qué tendrá esta sabana que tanto angustia a nuestro león? Es lo que muchos se preguntan, yo incluido. Es por esto que nuestro león hoy, aquí y ahora se encuentra en apuros: su sabana ya no es suya. Su sabana ya no lo recibe como siempre. Su sabana es mayormente hostil.

Si bien este león, al que yo aprecio mucho, era mucho más joven cuando estaba en su plenitud, y bien podría seguir estándolo, ya no lo siente así. Pobre león... ya no es quien solía ser. Ésto lo confunde y frustra. Ya no siente, no quiere, no se compromete, ni, mucho peor, ama como lo hacía antes.

¡Amar! ¡Qué linda palabra! Una que nuestro león siempre tomó como propia. Este león amó mucho, a otros pocos leones, pero los amó mucho y de verdad. La vida gradualmente los fue separando, y el león ya no los amó más, así como tampoco siguió siendo amado. El amor... ¡ay, el amor! Otro acertijo aún sin resolver en la vida de nuestro león.

La vida nueva del león es más monótona, más chata, más vacía. Qué raro, ¿no? Un cambio de estado sumamente radical en la vida de una animal tan activo. El león se pregunta lo mismo: "¿Qué me pasó?", se dice muchas veces. Este interrogante lo acompaña todos sus días.

Lo que sí conserva este león es siempre su alegría y sus ganas. Los apuros de este león consisten en su mera falta de voluntad, su creciente desgano, su apatía con el resto de la sabana. Nuestro león ha pedido ayuda. ¿Cómo puede ser que el rey de la selva mismo pase por algo así? Muchas veces la obtuvo, muchas otras no. La hostilidad de la sabana se mostró fervientemente en este aspecto. A nuestro león, hoy la sabana ya no le importa demasiado, podemos hasta decir que le da lo mismo.

Muchos dirán, "Pobre león...", pero no sirve de mucho.