El Diario de un León
Un lugar donde un humilde león vuelca su existencia toda...
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Recuerdos poco agradables.
"No tengo espacio mental"
Fue hace un tiempo ya que el león escuchó estas palabras, y no menos que del animal sobre el que relaté hace poco tiempo. "No tengo espacio mental para estar con nadie". Esas palabras resultan ser el comienzo del fin, en ese entonces, para nuestro amigo el león, de aquello con lo que se había ilusionado.
viernes, 13 de agosto de 2010
Un león timidón
En alguna oportunidad comenté el gran enigma que es para nuestro león el tema amoroso. Él se ha enfrentado a estos asuntos numerosas veces. En varias oportunidades, el éxito fue avasallante. En algunas otras, no obstante, le ganó su propia timidez, lo que hizo al cortejo por su parte no tan exitoso como él lo hubiera esperado. Esto es algo que no le sucede con todos los animales, y no toma estas situaciones como signos negativos, al contrario.
Es así que en una oportunidad reciente nuestro león se vio cohibido por su timidez ante otro animal, que llegó a cruzarse en si camino. Este animal poseía una personalidad que nuestro león no esperaba encontrar. Este animal, cuya especie desconozco, empleó técnicas de conquista y cortejo, que aunque ya conocidas por el león, adquirieron un color especial producto de las cualidades tan atractivas de este nuevo animal. El león se sintió completamente hipnotizado por su nuevo compañero.
Pasaron la noche charlando y comiendo algo que cazaron por ahí. La noche invernal de la sabana no ayudaba demasiado, pero el calor de su nueva unión hizo al león olvidar al frío y al viento, como meras circunstancias sin interés para él. El suelo gélido entumecía sus patas, pero era otro hecho meramente anecdótico para el león.
Muchísimo fue el tiempo que compartieron en la cueva del otro animal. Sus hocicos se acercaron y sus bigotes se rozaron. Sus patas se juntaron, y juntos dieron lugar un sueño apacible, uno junto al otro. Durante esta noche el león vivenció una y mil sensaciones, que fueron desde las más humanas hasta las más instintivas. Digo bien, humanas. Nuestro león, por más animal que sea, se nos asemeja a nosotros los humanos más de lo que creen. Durante esa noche, ese encontronazo de emociones impidió el sueño del león.
El león pudo dormir por fin. Esto fue llegando el amanecer. Fueron pocos los momentos en que concilió el sueño, pero disfrutó mucho de su cuerpo junto al del otro animal. Por algunos instantes, el león sintió que ambos animales eran uno.
Luego del despliegue tan creativo del cortejo de nuestro otro animal, fue imposible para el león no dejar volar su imaginación, y, sobre todo, su ilusión. Luego que amaneciera, el león fue feliz de haber compartido tales momentos con el otro animal, por más que sus instintos no hayan jugado un rol principal en esta historia, la que el león espera que recién esté comenzando.
Un león optimista
Como en toda la selva, los animales que en ésta conviven tienen más o menos años habitándola, y son siempre las más sabios los que más tiempo han caminado las tierras de la sabana. Estos animales poseen las respuestas a todas las inquietudes de los animales más jóvenes.
jueves, 29 de julio de 2010
Un león que no caza.
martes, 27 de julio de 2010
Un león en apuros.
Erase una vez un león, un león que existía, un león que vivía. Este león, cuya identidad no viene al caso, era uno activo, fuerte, osado, que no paraba nunca de hacer cosas. Hoy, sin embargo, este león se encuentra en un estado diferente al que solía estar. Digo bien, solía. Este león ya no es, ya no existe, ya no vive.
Nuestro león, que hoy nos trae a este relato, era un león con ganas. Siempre tenía ganas de más y más. Hoy ya no es así. Este león, que vive hoy otra vida, está sumido en la introversión ulterior, el último paso al cese de la vida.
Muchos dirán, "Pobre león...",pero no sirve de mucho. Nuestro león vivía, cuando vivía, en el medio de su sabana en la que encontraba más animales, de su misma especie u otras, con los que decía convivir en plena paz y armonía. Los otros animales respetaban al león, su rey de la selva, su compañero, y quizás no tanto protector, pero sí compañero.
Hoy nuestro león está en graves apuros. Nuestro león ya no ve a su sabana de forma tan familiar ni acogedora. Este lugar se volvió hostil, severo, desagradable. La sabana. ¿Qué tendrá esta sabana que tanto angustia a nuestro león? Es lo que muchos se preguntan, yo incluido. Es por esto que nuestro león hoy, aquí y ahora se encuentra en apuros: su sabana ya no es suya. Su sabana ya no lo recibe como siempre. Su sabana es mayormente hostil.
Si bien este león, al que yo aprecio mucho, era mucho más joven cuando estaba en su plenitud, y bien podría seguir estándolo, ya no lo siente así. Pobre león... ya no es quien solía ser. Ésto lo confunde y frustra. Ya no siente, no quiere, no se compromete, ni, mucho peor, ama como lo hacía antes.
¡Amar! ¡Qué linda palabra! Una que nuestro león siempre tomó como propia. Este león amó mucho, a otros pocos leones, pero los amó mucho y de verdad. La vida gradualmente los fue separando, y el león ya no los amó más, así como tampoco siguió siendo amado. El amor... ¡ay, el amor! Otro acertijo aún sin resolver en la vida de nuestro león.
La vida nueva del león es más monótona, más chata, más vacía. Qué raro, ¿no? Un cambio de estado sumamente radical en la vida de una animal tan activo. El león se pregunta lo mismo: "¿Qué me pasó?", se dice muchas veces. Este interrogante lo acompaña todos sus días.
Lo que sí conserva este león es siempre su alegría y sus ganas. Los apuros de este león consisten en su mera falta de voluntad, su creciente desgano, su apatía con el resto de la sabana. Nuestro león ha pedido ayuda. ¿Cómo puede ser que el rey de la selva mismo pase por algo así? Muchas veces la obtuvo, muchas otras no. La hostilidad de la sabana se mostró fervientemente en este aspecto. A nuestro león, hoy la sabana ya no le importa demasiado, podemos hasta decir que le da lo mismo.
Muchos dirán, "Pobre león...", pero no sirve de mucho.